Crononutrición: nuevas investigaciones sobre cómo nos afecta cuándo comemos

Crononutrición: nuevas investigaciones sobre cómo nos afecta cuándo comemos

Crononutrición

En los últimos años, y por suerte para todos, hemos empezado a conceder a la nutrición la importancia que se merece en términos de salud y bienestar. La frase “somos lo que comemos” tiene mucho más de verdad que de eslogan y cada vez existen más trastornos digestivos causados tanto por los alimentos que ingerimos como por factores externos.

Por todo ello, la ciencia de la nutrición ha empezado a mirar más allá, surgiendo nuevas investigaciones muy interesantes. Un campo emergente, conocido como crononutrición, está poniendo el foco en un aspecto fundamental: no solo qué comemos, sino cuándo lo comemos.

Esta disciplina innovadora está aportando una nueva dimensión a la investigación nutricional, relacionando los horarios de alimentación con los ritmos circadianos del cuerpo humano y sus consecuencias sobre la salud metabólica, el sueño y el rendimiento cognitivo. 

A través de diversos estudios, los expertos están descubriendo que nuestros hábitos alimentarios tienen un impacto más profundo del que se pensaba, y que ajustar las comidas al reloj biológico podría ser clave para prevenir y tratar enfermedades crónicas.

¿Qué es la crononutrición y qué estudia?

La crononutrición es una rama de la ciencia nutricional que investiga cómo influye el momento del día en que comemos en el metabolismo, la digestión, la regulación hormonal y otras funciones fisiológicas. 

Se basa en analizar la interacción entre los ritmos circadianos —los ciclos biológicos de aproximadamente 24 horas que regulan procesos como el sueño o la temperatura corporal— y los hábitos alimentarios.

En este contexto, no solo se analiza el contenido de las comidas, sino también su sincronía con el reloj interno del organismo. Por ejemplo, se ha observado que el cuerpo metaboliza los carbohidratos de forma más eficiente por la mañana que por la noche, y que comer en horarios desfasados puede alterar la secreción de insulina, favorecer la ganancia de peso o incluso aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

¿Por qué surge esta disciplina?

La crononutrición nace como respuesta a una necesidad: comprender por qué personas con dietas aparentemente similares pueden experimentar efectos muy distintos en su salud. 

Investigaciones en cronobiología han mostrado que muchas funciones del cuerpo humano están regidas por relojes internos que sincronizan la actividad celular con los ciclos de luz y oscuridad. La alimentación, al igual que el sueño, actúa como un “zeitgeber” (sincronizador) de esos ritmos, de ahí que fuera necesario tener en cuenta esta variable.

Este enfoque se ha vuelto especialmente relevante en sociedades con estilos de vida desfasados respecto al ciclo natural, como ocurre en personas que trabajan por turnos, cenan muy tarde o hacen ayuno prolongado sin tener en cuenta su ritmo biológico. La crononutrición intenta explicar cómo estos desajustes horarios pueden contribuir a la disfunción metabólica y al aumento de enfermedades no transmisibles.

¿En qué aspectos nos pueden beneficiar la crononutrición?

Los estudios en crononutrición están abriendo nuevas vías para optimizar la alimentación con fines preventivos y terapéuticos. Por ejemplo:

  • Salud metabólica: Comer la mayoría de las calorías en las primeras horas del día y evitar cenas copiosas se asocia con un mejor control de la glucosa, menor resistencia a la insulina y una reducción del riesgo de diabetes tipo 2.
  • Control del peso corporal: Se ha observado que las personas que realizan ingestas más tempranas y regulares tienen mayor facilidad para mantener un peso saludable que quienes tienden a concentrar su ingesta al final del día.
  • Rendimiento cognitivo y descanso: Sincronizar la alimentación con el ritmo circadiano favorece la calidad del sueño y mejora funciones cognitivas como la atención o la memoria. 

En definitiva, la crononutrición propone una visión más integral de la alimentación, en la que el cuándo se come importa tanto como el qué. Aunque aún quedan muchos aspectos por investigar, sus hallazgos apuntan a una posible revolución en el diseño de dietas más personalizadas, saludables y respetuosas con nuestros relojes internos.